2021

Prólogo escrito por el Prof.Dr.Jose Alfonso Delgado para el nuevo libro dr Mansour Mohammadin con el titulo : El Capitalismo está en crisis.

El Capitalismo está en crisis. Importancia de la Bioeconomía y del tercer Camino.

Prólogo o introducción a la obra.

José Alfonso Delgado

15 de mayo de 2021

 

 

Saludos al lector.

Mi nombre es José Alfonso Delgado, soy médico de profesión ya jubilado y un apasionado de la Teoría General de Sistemas que llevo cultivando desde que terminé la carrera hace ya más de cuarenta años. Conocí al Profesor Dr. D. Mansour Mohammadiam en abril de 2005, en un seminario debate multidisciplinar de los que organizaba D. Jesús Lizcano en la Facultad de Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid. Yo presentaba una ponencia sobre “El pensamiento sistémico y su proyección multidisciplinar” y el Dr. Mohammadian la suya titulada “La Bioeconomía: un nuevo paradigma socioeconómico para el Siglo XXI”. Desde entonces mantenemos una sincera amistad por algo muy simple, aparte de la pura empatía entrambos, su planteamiento sobre la vida del ser humano es, “sin mutatis mutandi”, exactamente igual a la mía. Y me explico.

Ambos somos de formación en ciencias biológicas y ambos hemos evolucionado en el pensamiento sobre la vida en el sentido de convencernos de que el ser humano se ha venido comportando desde siempre como un parásito frente al huésped que es la Naturaleza, la Tierra en su conjunto. Ambos hemos desarrollado el modelo de realidad de la vida del ser humano sobre la Tierra bajo los mismos criterios de “crecimiento orgánico”, basado en ese necesario “estado estable” que necesita la vida, el Ecosistema terrestre, para mantener y perpetuar su viabilidad.

Por diferentes caminos de investigación hemos llegado a la misma conclusión; que el actual modelo de actividad humana terminará siendo incompatible con la vida, como termina siendo incompatible con la vida una enfermedad infecciosa tan agresiva como podría ser la enfermedad hemorrágica del Ébola o un cáncer terminal. Ambos hemos visto y reflejado en nuestra producción científica el mismo pensamiento y hemos tratado de expresar la seria advertencia de la deriva letal que supone el Capitalismo neoclásico, en su modo de expresar el actual modelo económico del mundo o esa manía absurda del desarrollo económico continuo, conspicuo e ilimitado.

Cuando leí en 2007 “La venganza de la Tierra” de James Lovelock, me quedó en la memoria una frase lapidaria que decía más o menos “hablar de desarrollo sostenible es tan absurdo como decirle a un enfermo de cáncer terminal que deje de fumar”. Desde que en 1987, a raíz del Informe Brundtland, se acuñó el término, las iniciativas en Economía mundial no han dejado de tocar cantos de sirena, tratando de hacernos creer que es posible un crecimiento económico respetuoso con el medio ambiente, en sucesivas declaraciones de intenciones como la Conferencia de Río de 1992, la “Verdad incómoda” de Al Gore de 2006, el Protocolo de Kioto en 1997 o, los acuerdos de París en 2015 sobre la reducción de gases de efecto invernadero para frenar el cambio climático, así como las sucesivas y anuales “Conferencias de las Partes (COP)”, todas ellas en el marco de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. 

Nada más celebrarse la COP25 en Chile-Madrid, con el destacado protagonismo de la joven Greta Thumberg, creyendo estar todos preocupadísimos por los recientes desastres ecológicos de Australia y los mensajes alarmantes de la COP, de repente, llega la Covid y nos olvidamos del medio ambiente para centrarnos en algo mucho peor para todos, la pandemia del coronavirus.

El ser humano, que es y se comporta como un niño que, no puede estar a varias preocupaciones a la vez, desde enero de 2020, estamos todos que no salimos de la fascinación producida por los estragos planetarios de la Covid, donde parece que está nuestra propia e individual vida en juego. Para la opinión pública general, lo del cambio climático parece haber perdido el interés que parecía tener con la COP25 y los mensajes de la joven Greta, para estar nuestra obsesión centrada en no contagiarnos y a ver si llega pronto la vacuna.

En este contexto obsesivo compulsivo, llega el presente libro del Dr. Mohammadian “El capitalismo está en crisis”. Y tanto que lo está, porque es este capitalismo neoclásico, tanto de derechas como de izquierdas, tanto conservador como progresista, el causante de lo que podemos denominar la “Crisis Mundial del Covid”, donde el Covid y sus consecuencias anclan sus raíces en el comportamiento parásito del ser humano y de su forma de vivir, respecto de la Naturaleza que le da todas las fuentes de vida y de supervivencia.

La gente no ve el momento de poder quitarse la mascarilla y regresar a la normalidad de la que parecíamos disfrutar en 2019, a pesar de los malos augurios de la COP25. Porque para el ciudadano medio el problema es la mascarilla, poder trabajar, moverse, el riesgo de coger Covid o cuándo le pondrán la vacuna. Incluso para los supuestamente “despiertos”, el problema es la conspiración del Deep State que se encierra en todo esto, alzando la bandera del negacionismo, de la falsa pandemia o de la pLandemia planificada por la Big Pharma, para hincharse los bolsillos que no consiguieron llenar con la Gripe A.

El libro del Dr. Mohammadian hace otra lectura bien distinta de actual escenario del Mundo; la agonía de un Capitalismo que ya no da más de sí, un capitalismo – socialismo – comunismo (y todos los ismos que se nos ocurran), todos ellos basados de una forma u otra, en la visión neoliberal de la vida, que alcanzó su máximo exponente con los acuerdos de Bretton Woods y bendecidos por los grandes centros de poder tales como las grandes familias judías de la Banca, Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y, por supuesto el todo poderoso Foro Económico Mundial, a todos los efectos, el Club Bilderberg.

Y la guinda de todo esto es, ni más ni menos, que el idílico desiderátum “Agenda 2030”, donde se nos asegura que todos seremos felices aunque no tengamos nada, porque gozaremos del “dinero de helicóptero” que nos echará el Estado Mundial.

Creo que es necesario desmontar todo este “House of card”, castillo de naipes que nos han montado, para fijarnos en lo que realmente está detrás de todo este montaje mediático, social y ciertamente sanitario: la agonía final del Capitalismo neoclásico que proclama Mohammadian en su manifiesto, expresado en este libro.

La teoría neoclásica se fundamenta, siempre lo ha hecho, en los falsos conceptos de equilibrio y racionalidad de un modo reduccionista, basado en el gastar-consumir-endeudarse e hipotecar el futuro. El Capitalismo neoclásico se basa en el Homo económicus como ser avaro y derrochador, nunca satisfecho con lo que tiene porque siempre quiere más, quiere crecer, acumular riqueza, inflar su cuerpo como los dinosaurios del jurásico sin querer verle el fin a tamaño dislate. 

La Ciencia busca el conocimiento de las leyes que rigen la Naturaleza; leyes que son inmutables, por no decir eternas, mientras que la Economía se rige por leyes, aparentemente inerciales, como las de la oferta y demanda, o la de rendimientos decrecientes y alguna más, pero que en realidad son temporales, porque se basan siempre en la intencionalidad de aquellos que hacen las leyes y las manipulan, habitualmente en su propio beneficio.

Dicen los economistas honestos que ellos se dedican a diseñar modelos económicos y econométricos para a continuación, explicar por qué no funcionan. Y la razón de que los modelos económicos, habitualmente o salvo excepciones, no funcionen es porque se alejan sistemáticamente de los principios que rigen los sistemas biológicos (the living systems). En este sentido, las matemáticas son una imprescindible herramienta para diferenciar los comportamientos inerciales de los comportamientos intencionales. La Naturaleza se rige por comportamientos inerciales auto regulados que siempre tienden al estado estable. En la Naturaleza, las funciones exponenciales son imposibles, porque siempre al final, estallan. En la Economía humana, los comportamientos son habitualmente intencionales, con la intención permanente de acumular, de crecer y de jamás de acercarse, aunque sea asintóticamente, a la estabilidad.

Pensar en algo que no sea el crecimiento del PIB es casi peor que entrar en recesión. La estanflación, el estancamiento de la Economía se considera un fracaso total de la economía de mercado. Pues este alejamiento de la Economía humana de sus raíces biológicas es decir, de la Bioeconomía,  como refirió Mohammadian en 2000, la Economía basada en el respeto de las leyes de la Naturaleza, nos ha llevado hasta aquí, incluyendo la actual Crisis Mundial del Covid. Demostrar este planteamiento es, para Mohammadian, el primero de los argumentos del libro.

Pero el segundo de los objetivos, una vez hecho el diagnóstico de los males de este Mundo, es mostrar un modelo económico tan innovador, como eterno, que es el modelo fundado en los principios de la Bioeconomía, es decir, simplemente en las leyes eternas que rigen la Naturaleza; un modelo que rechaza la competición agresiva y el consumismo voraz que tanto desperdicio genera. Por cierto, el desperdicio no reciclable aparece por primera vez con el ser humano; nunca antes en la Naturaleza, la actividad de ningún ser vivo devino en generar basura, porque toda materia orgánica e inorgánica regresa siempre a sus orígenes. Excepto la basura humana.

El modelo innovador y eterno, lo denomina Mohammadian “El Capitalismo del Tercer Camino (CTC)”, que es el despliegue operativo del plan estratégico que diseña la Bioeconomía. Diferente al enfoque convencional del capitalismo neoclásico y neoliberal y, por supuesto, nada que ver con la versión progresista del mismo capitalismo que refleja el marxismo en sus dos versiones, la light socialista y la heavy comunista. Es un tercer camino porque los dos clásicos están ambos basados en el mismo principio de crecer, de progresismo económico, aunque luego todo devenga en desastres financieros y sociales; da igual, porque lo que importa es crecer, porque todo se centra en un Producto Interior Bruto que o crece anualmente o si se estabiliza, eso es perder la carrera del crecimiento frente a terceros competidores económicos y financieros y ser comprados y sometidos por los poderes externos.

Así las cosas hemos llegado hasta aquí, la crisis del Covid, expresión y consecuencia del equilibrio reduccionista neoclásico, objeto de la primera parte del libro.

En esta Primera Parte, Mohammadian trata de explicar de modo sencillo el contraste entre la Bioeconomía y la Economía neoclásica, que pretende estar basada en el falaz concepto de equilibrio de mercado y en la racionalidad. 

Por equilibrio de mercado, la Economía neoclásica trata de justificar el comportamiento oscilante de los mercados entre crecimiento y depresión, los períodos de vacas gordas y flacas, incluyendo los ciclos de onda larga de Kondratiev. Pero, según Mohammadian, estos conceptos no tienen base científica, porque el comportamiento humano no se puede pronosticar, porque un día puede comportarse de modo racional y al día siguiente tener un comportamiento totalmente injustificado por vaya usted a saber por qué.

No cabe duda de que las tecnologías de cuarta generación, especialmente los Big Data, la Inteligencia Artificial y el Internet de las Cosas, están haciendo avances inmensos para comprender y pronosticar de una forma mucho más refinada el comportamiento humano (que se lo digan a Amazon), para minimizar el impacto caótico de esta imprevisibilidad en los mercados de consumo. Es decir, se trata de reducir (al mínimo) o conocer (al máximo) la inteligencia emocional del ser humano e incrementar la inteligencia científica. 

A pesar del comportamiento fractal del ser humano, la Economía ha creído no tener una alternativa viable, aparte de evidenciar el soberbio incremento de la riqueza que el Capitalismo neoclásico ha generado. Decía Adrian Berry, autor del libro “Los próximos diez mil años”, que todo el presupuesto de los Estados Unidos a principios del Siglo XX, llegaba para pagar en dólares un solo avión Boeing 747 al precio de los años setenta. Luego sí, parece que en términos de crecimiento de la riqueza, el capitalismo neoclásico funciona.

Pero el problema, significa Mohammadian, no está en el parámetro coste beneficio en términos estrictamente monetario, sino en el balance entre los recursos naturales y ese producto bruto que genera la actividad económica e industrial. Es el eterno problema de extracción, producción, consumo, desperdicio y reciclaje. El comportamiento capitalista egoísta lleva a un consumo ostentoso y una competición agresiva de a ver quién produce – consume – y gasta más, porque detrás de este bucle reforzador está instalada la maquinaria económica mundial; una maquinaria que ha dado la espalda a la Madre Tierra.

En el otro extremo, la Teoría Bioeconómica (que no es una economía ecológica, aunque también) aboga por la idea de que la sustitución de los recursos biológicos es inconmensurable (madera por plástico), un recurso reciclable por otro que no lo es. Para la Economía neoclásica, hasta ahora, hasta que los océanos nos han sorprendido con estar saturados de microplásticos, no ha tenido en cuenta los billones de toneladas de basura que supone el consumo de los plásticos.

La Economía neoclásica, aunque ha pensado fugazmente los efectos ambientales, no los ha tenido en cuenta hasta el extremo de adecuar la capacidad productiva y de consumo humanas al efecto medioambiental. Los principios de la Termodinámica de procesos irreversibles de Prigogine, la entropía y todo lo demás, no han entrado en las ecuaciones de los modelos econométricos del Capitalismo neoclásico.

La conclusión de Mohammadian es que el equilibrio reduccionista neoclásico conduce a un comportamiento que se puede calificar de caótico y que nos acercamos hacia un atractor final que terminará haciendo saltar por los aires el modelo humano que nos hemos asignado los seres humanos, a medida que hemos ido pasando por las cuatro eras, la de la economía de supervivencia, la basada en la agricultura, la industrial y la financiera, siendo esta última, con la ayuda inestimable de la tecnología 4.0 de los modernos sistemas de información planetarios, el paroxismo de lo inconcebible, donde la riqueza ya no se produce por incremento de la producción, sino por la manipulación electrónica de los mercados financieros.

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